La otra independencia de México fue también la de la viticultura, una actividad que durante el periodo virreinal estuvo sometida a restricciones. Por ello, la vid y el vino adquirieron un fuerte valor simbólico entre los liberales y los defensores de la emancipación en el antiguo territorio de la Nueva España.
La imposibilidad de plantar cepas y de fermentar el mosto de la uva libremente reflejaba, a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, las tensiones entre el control comercial de la Monarquía Hispánica y los intereses de la clase criolla mexicana.
Pese a que el viñedo había fructificado muy pronto en el virreinato de la Nueva España, gracias al impulso de Hernán Cortés, la Corona decidió limitar su desarrollo a finales del siglo XVI para proteger los intereses de los productores de la metrópoli.
Estas disposiciones no impidieron por completo la presencia de la vid en tierras americanas aunque sí condicionaron su expansión y su reconocimiento como actividad productiva legítima.
En ese contexto, el vino en el actual territorio mexicano acabó siendo un producto minoritario y elitista, que los sectores populares asociaban a las élites económicas. Los aristócratas y reformistas criollos, por su parte, lo vincularon directamente con la falta de libertad económica del orden virreinal.
Esta carga simbólica aparece de forma explícita en el pensamiento y en la acción de figuras como el cura Miguel Hidalgo y Costilla. La defensa del cultivo de la vid y de la elaboración de vino formaba parte de una reivindicación más amplia de autonomía productiva.
La independencia política supuso, en consecuencia, el final de esas limitaciones. De manera progresiva, ya en los primeros años de la etapa republicana, los gobiernos independientes comenzarían a promover el cultivo de la vid y la elaboración de vino. Ahora sí -al menos en teoría- libre de las trabas anteriores.
Escucha el episodio completo en RNE Play
Historias del vino – México y el vino de la independencia
📎 Volver a Historias del vino