Pastores, ovejas y transporte de vino castellano en la Edad Media

Por qué el vino castellano se abrió paso gracias a las ovejas

El vino castellano se abrió paso durante la Baja Edad Media gracias a las ovejas que transitaron los caminos de lo que hoy es el interior de España.

El desplazamiento estacional de los grandes rebaños ovinos, necesarios para la pujante industria de la lana, generó una infraestructura estable y una demanda regular de vino. Eso permitió llevar esta bebida desde las zonas de producción hasta los puntos de comercio y consumo surgidos con el negocio lanar.

A partir del siglo XIII, la lana merina se convirtió en uno de los pilares económicos de Castilla. Para sostener esa actividad se consolidaron las cañadas reales, rutas protegidas que atravesaban la meseta y conectaban los pastos del norte y del sur. Estas vías estructuraron el territorio y facilitaron el movimiento continuo de personas y mercancías.

La viticultura castellana estaba ampliamente extendida y bien documentada en villas, monasterios y concejos. Sin embargo, durante siglos el vino se consumía casi exclusivamente en el ámbito local. La existencia de las cañadas permitió ampliar ese horizonte y transportar caldos del Duero, del Bierzo o de otras comarcas hacia ciudades y mercados interiores.

El sistema fue organizado y protegido por el Honrado Concejo de la Mesta, creado en 1273. Su función principal era garantizar el libre tránsito del ganado, pero ese marco legal ofrecía también seguridad a comerciantes y arrieros, favoreciendo indirectamente el comercio del vino a lo largo de las rutas ganaderas.

Las grandes ferias castellanas reforzaron esta dinámica. En enclaves como Medina del Campo, el vino procedente del interior se integró en circuitos comerciales más amplios y pasó a formar parte de los intercambios fiscales del reino, consolidándose como un producto con valor económico más allá del autoconsumo.

Este modelo comenzó a desaparecer en el siglo XIX. El declive de la lana merina, la pérdida de los privilegios de la Mesta y los cambios en los sistemas de transporte redujeron la importancia de las cañadas. Durante siglos, sin embargo, fueron las ovejas las que abrieron el camino para que el vino castellano encontrara su espacio en el mercado interior.


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Historias del vino – Cañadas y transhumancia: las otras rutas del vino
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