José Bonaparte apodado como "Pepe Botella"

El mito del vino y la figura de José Bonaparte en España

La figura de José Bonaparte, rey impuesto por Napoleón entre 1808 y 1813, quedó marcada por una de las leyendas políticas más persistentes de la historia española: la supuesta afición desmedida del monarca al vino, origen del apodo “Pepe Botella”.

Sin embargo, las fuentes históricas muestran un retrato muy distinto, donde el vino fue más un instrumento propagandístico que una realidad personal del soberano. La dicotomía entre mito y documentación revela cómo la cultura política del siglo XIX utilizó el vino como arma simbólica.

Lejos de ser un bebedor empedernido, José Bonaparte mantuvo un estilo de vida sobrio y disciplinado, acorde con su educación ilustrada y su trayectoria administrativa en Nápoles.

El apodo no surgió por sus hábitos sino como producto de la guerra: la resistencia española necesitaba símbolos para desacreditar la autoridad francesa, y el recurso a la caricatura -alcohol, holgazanería, debilidad moral- resultó eficaz para movilizar a la opinión pública.

El vino se convirtió así en herramienta satírica. La ironía es que José Bonaparte hizo justamente lo contrario de lo que la burla popular insinuaba: retiró varios impuestos que gravaban el consumo de alcohol y el uso de naipes, siguiendo criterios ilustrados que buscaban simplificar el sistema fiscal.

Lejos de ser una invitación al vicio, la reforma pretendía racionalizar la recaudación; sin embargo, en el clima de la guerra, la propaganda interpretó la medida como prueba de su supuesta inclinación a la bebida, reforzando un mito que nada tenía que ver con su vida personal.

La riqueza vinícola española también formaba parte de este escenario. Regiones como La Mancha, Jerez, Rioja o Cataluña experimentaban transformaciones significativas a comienzos del siglo XIX y vivieron con preocupación la presencia de tropas francesas que requisaban recursos para abastecer al ejército.

El vino, la tierra y la autoridad local quedaron inevitablemente vinculados en un clima de tensión en el que la figura del rey intruso encarnaba, para muchos, la pérdida de soberanía.

La propaganda antifrancesa explotó estas circunstancias. Los grabados, canciones y hojas volantes que circularon durante la Guerra de la Independencia reforzaron la imagen de un monarca incapaz, ajeno al país que pretendía gobernar y caricaturizado como borracho.

La fuerza del mito superó rápidamente a la realidad: bastó con repetirlo para que se convirtiera en símbolo colectivo, independiente de los hechos documentados.

Ese contraste entre personaje histórico y leyenda popular ha perdurado hasta hoy. La impopularidad de José Bonaparte, unida a la violencia y devastación de la guerra, dio lugar a una memoria donde el vino cumple una función narrativa: representa el desorden, la debilidad moral y la burla hacia un rey percibido como ilegítimo.

La distancia entre mito y realidad explica por qué esta bebida, incluso cuando no se bebe, puede convertirse en uno de los símbolos más elocuentes de la historia.


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Historias del vino – Pepe Botella: el rey que no amaba los vinos
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