El siglo XVIII marcó un momento crucial en la historia del vino de Jerez, un periodo en el que esta bebida emblemática consolidó su lugar en el mercado internacional, especialmente en Inglaterra.
Este proceso, lleno de desafíos, rivalidades y alianzas, transformó no solo el destino del vino jerezano, sino también el panorama económico y social de Cádiz, de su comarca y, en cierta forma, de España.
A mediados del siglo XVIII, Londres vivía bajo la sombra de la ginebra. En contraste, el vino era un símbolo de distinción entre las élites británicas, que buscaban caldos exóticos, robustos y caros.
La guerra con Francia había reducido la importación de vinos bordeleses, abriendo una oportunidad para los caldos españoles. Entre ellos, el Jerez.
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