Tapón de corcho de vino de Argentina

Argentina: una nación construida entre viñedos

El vino en la construcción de Argentina fue un elemento decisivo durante las grandes oleadas migratorias de finales del siglo XIX. Millones de europeos -en especial españoles e italianos- llevaron consigo unos conocimientos agrícolas, unas prácticas vitivinícolas y una cultura del trabajo que resultó crucial para transformar el paisaje productivo del país.

Regiones como Mendoza y San Juan, favorecidas por el clima seco y la disponibilidad de agua de deshielo, se convirtieron en escenarios idóneos para el cultivo intensivo de la vid. La instalación de bodegas modernas, la incorporación de maquinaria y la construcción del ferrocarril permitieron multiplicar la producción y conectar los viñedos con los grandes centros urbanos del país.

En este contexto, el vino dejó de ser un producto regional para transformarse en un elemento central de la identidad nacional. Las mesas urbanas comenzaron a llenarse de botellas que hablaban tanto del paisaje de Cuyo como de la herencia cultural de millones de inmigrantes que buscaban un nuevo comienzo.

Uno de los símbolos más duraderos de este proceso fue la Malbec. Llegada desde Francia, encontró en Mendoza una tierra óptima para expresar su potencial. Su éxito fue tan rotundo que terminó por convertirse en la variedad emblemática del país y en una referencia internacional para el vino argentino.

El desarrollo de la industria vitivinícola acompañó la construcción de una Argentina moderna: urbana, heterogénea, industrial y orgullosa de su mezcla cultural. El vino se convirtió en un puente entre tradiciones europeas y realidades americanas.

Hoy, la historia del vino argentino sigue siendo una historia de integración, esfuerzo colectivo y capacidad de adaptación. Un ejemplo de cómo un país puede construirse también entre viñedos.

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Historias del vino – El vino en la construcción de Argentina
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